PARANOIAS
Alguien cree que alguien lo odia. Nadie lo odia. A lo más no saben que existe.
Algunos creen que a la vuelta de la esquina está la muerte. Se dan media vuelta y se van. Y estaba el amor que pensó jamás aparecería porque a uno sólo le tienen que tocar puras brutalidades de corte terrorífico.
Otros sonríen a su jefe porque piensan que si no lo hacen pierden su pega. Su jefe va en el auto, camino a su casa, pensando que ya es hora de eliminar a los mamones.
Una chica piensa que un hombre la desea, que la quiere encamar y lo detesta con algo de temor. Ese hombre la ve como una hermana y le cuenta eso a su mujer. Su mujer cree que él se acostó con ella, y le manda un mensaje al compañero de oficina que la rozó con el maletín en la reunión esa.
Una madre no trabaja bien porque piensa que su nana golpea a sus hijos. A la misma hora la nana está escondida detrás de un árbol mientras los niños cuentan hasta diez, pensando que si la viera su jefa la echaría por no estar planchando las camisas.
Un anciano no sale de su casa hace años porque teme ser asaltado. No hay maleantes a kilómetros a la redonda. Bueno, salvo por el empresario cabrón que vive al lado y que piensa que el vecino es un loco peligroso que en cualquier momento, de tanto encierro, se vuelve asesino en serie.
La gente piensa. Piensa demasiado. Y se arma realidades que en el fondo son fantasías. Bueno, pensemos, pero ¿es necesario pensar en negro?
El miedo es el enemigo. La incomunicación su socia.
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