AMORES PERROS 2

Vi el atropello de un perro camino al Cajón del Maipo. Lo vi cruzar la calle y como un auto lo agarró medio a medio. Estaba todo en penumbras, sólo vi siluetas, pero alcancé a escuchar aullar al perro que ya estaba partido por la mitad. Hasta que el auto que venía atrás a unos ciento veinte kilómetros lo remató. Entonces el parabrisas de mi auto recibió algunos pelos del pobre animal. Quedamos callados unos minutos. Amamos a los perros. Bueno, no a todos, odiamos en especial a los dogos matones.
Esto pasó hace un mes más o menos pero lo recuerdo de vez en cuando. Y claro, uno puede pensar "y qué, es sólo un perro, qué tanta huevada". Y soy sensible con el tema perro y qué. Desde ese día odio más a los autos, a las micros, a los camiones. No sólo son vehículos que nos acortan distancias y nos dan un sentido del tiempo compacto, como si hubiera que llegar rápido a todos lados, sino que también son pedazos de fierro a gran velocidad que no se detienen por nada.

En los parques nacionales de norteamérica mueren miles de animales atropellados. Todos los días. Lo más probable es que Bambi se haya quedado huérfano hace media hora por culpa de un apurado fanático de Schumacher. Por estos tiburones blancos sin alma y con velocímetro. Al menos los tiburones de verdad tienen que comer. Estos no, estos tienen que llegar a otro lado no más. Lo antes posible. Con aire acondicionado. Con radio. Con asientos confortables y air bag. Pero rápido. Rapidito rapidito. Pícala que quiero llegar. Odio la impuntualidad, sabes cómo es mi papá, acelera miedoso!!
Volvamos a las carretas. Este mundo lleno de rapidez es cruel. Con la vida de un perro, con la vida de uno.