MENOS ES MÁS

Les presento a Sofía Loren

Resulta que mi mujer se cambia de trabajo y que su nuevo puesto implica la Ciudad Empresarial, al otro lado del cerro. Para gente vive en el citadino mundo de Ñuñoa, la ciudad empresarial es Persia para un viajero del siglo doce. Algo exótico donde están todas las agencias, productoras y cosas relativas a la publicidad.

En términos prácticos tenemos un solo auto, así que algo nos pasó que partimos a buscar algún vehículo pequeño, económico, con radio y CD para su ruta laboral. Vimos mil autos, incluso de esos que cuestan sobre cuarenta millones de pesos (de parqueados, lo admito), hasta usados por dos millones.

Cuando ibamos de vuelta tuvimos una iluminación: ¿para qué necesitamos un auto más si te puedes llevar el que tenemos? Yo vivo cerca de mi trabajo, y ella necesita locomoción. Entonces salió la brillante idea de que lo que necesito es una bicicleta. "Tenemos dos bicicletas en la casa", me dijo. Yo le respondí: "mountain bike es, como su nombre lo indica, para la montaña, la tierra, el desierto de atacama" -contesté enérgico- "yo necesito una bicicleta de ciudad, de calle, como las que existen en Amsterdam, nada de andar curco por las calles, sino cómodo".¨"¿Y habrán?" preguntó ella. "Yo creo, cómo no van a existir". En eso pasamos por afuera de una tienda que se llamaba, curiosamente, Full Bikes. Y entramos. Y entre cien mountain bikes de hasta dosmillones ochocientos encontré la bicicleta que estaba pensando. Puedo asegurar que hasta me sonrió. Y ahí entré en el mundo de Felt, una marca alemana que no conocía y que después me dijeron era muy famosa. Gulp!, pensé. Llevo demasiado tiempo sólo escribiendo de música, hablando de programas, discutiendo con ejecutivos. Qué tarde llegué. pero bueno, llegué.

El asunto es que la ciudad puede mirarse desde una perspectiva distinta sobre una bicicleta de paseo. Que digamos, son un gran ejercicio de nostalgia y modernidad porque se ven antiguas algunas, pero tienen hasta siete cambios. No es un esfuerzo anacrónico arriba de una chancha, sino más bien algo de look, aluminio y cambios. Algo de estilo que tenga uno.

Yo tendría siete, diez bicicletas. Y aún así, no llegaría a gastar lo que bien podríamos haber desembolsado en un auto y que, digámoslo, ya hay más que suficientes sobre esta ahogada Santiago de Chile. Menos es más. Lo digo con la alegría que me da no haber pisado el palo del auto en duras cuotas, pudiendo tomar otra decisión más cuerda. Uno baja la guata, pasea, todos felices. Y en una bicicleta linda. La mía fue bautizada como Sofía Loren. No hay nada mejor que mirar la ciudad sobre Sofía. Créanme. Me siento Mastroianni. Me siento abuelo sin tener nietos. Cartero sin correspondencia que dejar. Vagoneta, en el fondo.

Les recomiendo mirar... en San Diego, Providencia o la Dehesa hay una chancha así esperando por usted.

Yo en Septiembre iré por la Militar que puse en portada. Juntaré chaucha a chaucha. Pero debo hacer recorridos de reconocimiento con cara de Policía Militar. Labbé me lo agradecerá en Pocuro (le gusta un poco el concepto de vigilancia).

Dan ganas de tener tantas bicicletas como calcetines. Cómo cae uno.

Ah! No son tan caras. Bueno, promedio $300.000 cómodas cuotas precio contado. Hay de 500 y de 130.000. Mucho, mucho más baratas que un auto que chupa bencina como chileno en el dieciocho. Think about it...

Algo así es mi bicicleta. La imaginación da para todo.