
Caminar por un verano de la mano con quien quieres. Respirar el aire tibio del atardecer de la ciudad que todos odian sin saber bien por qué. ¿Cuánto de todo lo que deseas y que no tienes realmente necesitas? ¿Cuál es la cookie que funciona dentro de tu cerebro que impide que tengas un minuto de reflexión? ¿Qué acciona dentro de ti la modernidad? Es confuso. Es tu pequeña Divina Comedia ese camino de vuelta del infierno de la juventud, ese estado que te hace correr en pelota sintiéndote feliz un día que nieva. Es lindo, sí. Pero también es buena la bufanda.
Sentarse en un café con un libro. Oler el café. Oler el libro. Mirar el sol entre los árboles. Observar a la gente. Sentir que estar es tan raro, tan extraño pero a la vez tan bueno que te puede dar ligeras cosquillas. Llamar a un amigo y preguntarle cómo está. No es necesario un evento, un carrete, un algo. Lo único necesario es querer llamar y preguntar.
¿Cuánto te alejaste de los lugares comunes? ¿Buscabas una identidad y fuiste a buscarla lejos? Ya no es necesario. Ya fuiste New Wave, también intelectual, ya escuchaste la música que nadie conocía y de repente una canción de cheap trick te vuela la cabeza. Ya es necesario que sigas jugando a la diferencia, llega un momento en que es imperativo dejar ese trabajo por otro más cercano. Ya no es necesario.
No es malo tomarse un helado cuando es verano. Lo importante es saborearlo. Sentir el sabor que elegiste. Te gusta ese sabor y lo pides siempre. ¿Por qué? Al menos esa adicción te bloquea la novedad, ese asunto tan joven de buscar otras emociones. No es necesario ser joven todo el tiempo, ya lo dijo por su
blog mi amigo Fortuño. A veces es necesario detenerse y no buscar más. Y encontrar en un mismo sitio.
Ayer caminé hacia mi casa y hacía un buen tiempo que no lo hacía. Fue un gran momento. No fue necesario que la locación fuera San Pedro de Atacama para estar feliz. Mirar patios por entre rejas, mirar más los árboles dentro de las casas que las casas. Hay hartos, y algunos muy bonitos. Y gente muy curiosa haciendo cosas más aún.
Siempre envidié la cara de algunos directores de cine consagrados, de algunos escritores famosos, de algunos hombres comunes en los bares, de algunos humanos adultos en la calle. Y no era su fama, ni su estatus ni sus corbatas. Ahora entiendo que era su pausa. ¿La pausa es lo que hace comunes y corrientes a los hombres maduros?
La juventud lo quiere todo y en ella se arrebata, se indigesta, se encaña, se engolosina, se estresa. Y no está mal. Vaya que conocemos esos síntomas y a nadie se puede negar que vale la pena tenerlos, porque hay vida, hay riesgo, no hay temor. El sol gira en torno a uno, y también las estrellas y el Universo completo. Pero cierto está en que cuando llegamos a un cierto lugar, se amanece mejor habiendo probado las frutas más dulces y el vino más sabroso en su justa medida. Lo dice un ferretero. Porque vaya que es real que el único problema de los excesos es que provocan abstinencia. La madurez no es el caso. Quiero creer que no. Es saber disfrutar lo que se tiene y no desear lo que se te ofrece a cada rato. Porque cuando quieras probar de eso, que sea lo mejor y no eso que te llevaste a la boca sin saber que lo querías. Y agradeces haber dicho que no cuando escuchaste una voz que te decía "ey, mejor que no".
Por cierto que el humano chilensis tiene una idea de envejecer que tiene que ver con la represión y lo políticamente correcto. Gente que no baila. Gente seria que no se ríe ni trasnocha. Claro que ante este arquetipo jurásico preferible salirse de madre. Pero vamos, juguemos a sabio chino: los equilibrios mejoran el olfato y no lo saturan, deleitan la vista y no la encandilan, asombran al tacto y no lo queman.
Es tan bueno saber que hay cosas que no vas a hacer nunca y que te dé lo mismo. La ansiedad se evapora y la ambición se desgrasa y sólo queda lo real.
Hay una felicidad más acá que más allá. Pareciera que se es más feliz de una manera que ni sospechaba. Pareciera que hay república, ciudadanos. Y presidente democrático. Se acabó la dictadura de los ansiosos.
Anyway
Teorías de verano, teorías por que sí, filosofía barata y zapatos de goma. Pero como dice Warnken "son cosas que tiemblan invisibles en el aire". No estamos lejos. El mundo, al final, tiene que ser redondo.
Salud