(Escuchando The Golden Age de Beck, qué manera de sufrir el hombre).
No ha sido ser fácil ser hombre en los últimos quince años. El género masculino ha sido minimizado en venganza por lo que hicieron generaciones anteriores de machistas acérrimos, hombres como mi padre que tenía a su mujer en la casa esperándolo a la hora que fuera para servirle un plato de comida (a mi viejo no le gustaba que nuestra nana le cocinara, le gustaba "la mano" de mi madre y a mi madre le "gustaba" que así fuera, dueñas de casa), un señor que hacía y deshacía a sus anchas porque el mundo era de los hombres, los proveedores, los que tenían incluso el derecho de irse de putas y tener sucursales. No hablo de mi padre, que ya murió, no tengo la certeza. Pero sí que sospecho de él. Era un viejo zorro. Bueno, yo fui tan Mercader que incluso fui con sus amigos a un prostíbulo, una suerte de iniciación que no terminó bien porque eran harto feas y viejas las anfitrionas. Menos mal. Hubiera terminado asexuado. Además, ninguna comparación con la compañera de curso que se sentaba a mi lado y me hacía dibujos en las clases de biología, con la que hubiera llegado hasta la luna de habérmelo propuesto (ella). Uno era más romántico, viejo, claro que quería desvestir a una mujer y todo lo demás, pero a la que uno quisiera. A la que lo quisiera a uno.
Entonces aparecimos nosotros, la generación que se criaba con el mensaje de que a las mujeres había que respetarlas, y sospecho que el mensaje a las chicas era libérense y no paguen los platos que ya quebramos nosotras.
Así las cosas, hoy se puede entender una parte del todo. A fines de los ochenta, y durante todos los noventa el hombre como tal ha sido desmembrado como abeja en nido de hormigas, analizado, criticado y desatomizado hasta el hartazgo. Que tenemos eyaculación precoz, que somos trogloditas porque las miramos a todas y hacemos asados y tomamos más de la cuenta, que somos celotípicos, insensibles y violentos, torpes en la casa y en la cama, machistas. Y claro que hay hombres así, como también hay mujeres de otro tipo al tuyo, lectora. Cuidado. Nosotros somos otros, claro que tenemos harto de hombres (básicamente porque lo somos), pero en el fondo y cada vez más en la forma somos humanos. Y la generación de treinta y tantos es difusa, extraña, sin nombre. Hermos vivido los mismos cambios de roles, hemos estado juntos en todo esto, la velocidad del mundo es despiadada y en el dar vueltas agarrémonos de la mano para no caernos.
Siempre que estudié tuve compañeras mujeres. Básica, media y superior. Hasta ahí normal. Salí y en la primera empresa donde estuve estaba lleno de mujeres profesionales. Claro, suena normal tambien, pero no lo es tanto si piensas que en los ochenta el porcentaje era un cuarto de lo que se vivía en los noventa. Y así, las mujeres salieron de las casas y llegaron a las empresas, a los medios de comunicación y dijeron y dicen todo lo que llevaban dentro, reclamaron hasta que trizaron el cielo contra el género masculino. Y en esa partida apareció una nueva incógnita de la evolución, el nuevo hombre (que siempre estuvo ahí pero que salió de su propio closet y se pudo mostrar más sensible, sin verguenza), y hoy estamos de igual a igual, asunto que me parece fantástico hasta que ocurren cosas como que la casa se abandona por completo, que ya no nos vemos, que la ambición acaba con la pareja. Y aquí les recomiendo leer el post de Fortuño sobre el tema
maridos laboriosos. Y la reflexión de Natalia en
Sandía.
Por mi parte, me gusta ser hombre. Es un género poderoso, hábil, inteligente. Inventamos el avión, los barcos, la brújula y los equipos de sonido. No sólo armas, la cerveza y el fútbol. Sólo faltaba sensibilidad para despercudirse de tanto músculo. Y hemos escrito gran parte de los libros más potentes de la historia. Y hoy leemos los que están escribiendo ustedes. ¿Cuál es el problema entonces?
Hoy hay candidata mujer a la presidencia. Hoy hay gerencias con mujeres al mando. Pero sigan siendo chicas, bonitas, sensibles, coquetas, femeninas, protectoras. Llegaron a sensibilizar la empresa, no a transformarse en hombres con rouge. Ya no es necesario. El hombre de hoy, no es un Mercader.
¿Alguna opinión?
(escuchando Know who you are at every age, Cocteau Twins).